La prensa de las plataformas

Cómo Silicon Valley reestructuró el periodismo

Por Emily Bell y Taylor Owen

con Pete Brown, Codi Hauka y Nushin Rashidian

Resumen ejecutivo

La influencia que las plataformas de medios sociales y las empresas de tecnología está ejerciendo sobre el periodismo estadounidense es muy superior al que supuso la transición del papel impreso al soporte digital. Empresas como Facebook, Snapchat, Google y Twitter están sustituyendo rápidamente el rol ejercido tradicionalmente por los editores tradicionales, en un proceso que no muestra signos de desaceleración y que plantea serias dudas sobre cómo se costeará el periodismo del futuro. Estas empresas han evolucionado más allá de su papel como canales de distribución y ahora controlan los contenidos que el público ve, quién cobra por su atención e incluso qué formato y tipo de periodismo triunfa.

Los editores vierten su periodismo en plataformas propiedad de terceros, sin tener verdaderas garantías de un retorno de su inversión. La publicación ya no es la actividad principal de ciertas organizaciones periodísticas y esta tendencia continuará en la medida que las agencias y organizaciones de noticias renuncien a las funciones tradicionales de los editores.

Este informe es parte de un estudio del Tow Center for Digital Journalism en curso en la Columbia Journalism School y explora el proceso de convergencia entre el negocio del periodismo y el negocio de las plataformas de redes sociales. En el lapso de 20 años, el periodismo ha experimentado tres cambios significativos en los modelos de negocio y distribución: el cambio de lo analógico a lo digital, el surgimiento de la red social y ahora el dominio de los móviles. Esta última fase ha contemplado como las grandes empresas tecnológicas dominan la atención pública y los mercados de publicidad, y ha forzado a las agencias de noticias a repensar sus procesos y estructuras.

Hallazgos

 

  • Las plataformas tecnológicas se han convertido en editores en un corto espacio de tiempo, sumiendo las agencias de noticias en la confusión respecto a su propio futuro. Si el proceso de convergencia de estos negocios continúa, es probable que más agencias de noticias abandonen la publicación (entendida como proveer, distribuir, y monetizar) como actividad principal.
  • La competencia entre plataformas al crear productos para editores de noticas está ayudando a las redacciones a llegar a audiencias más grandes que nunca. Pero las ventajas de cada plataforma son difíciles de evaluar y el retorno de la inversión es inadecuado. La disolución de la marca, la falta de datos de la audiencia y la migración de los ingresos publicitarios siguen siendo preocupaciones clave para los editores.
  • La influencia de las plataformas sociales moldea el mismo periodismo: al ofrecer incentivos a las organizaciones de noticias para generar determinados tipos de contenido, como el video en vivo, o dictando la actividad de los editores a través de los estándares de diseño, las plataformas ejercen explícitamente como editoriales.
  • Las «fake news» o “noticias falsas” de las elecciones de 2016 han obligado a las plataformas sociales a asumir una mayor responsabilidad sobre las decisiones de publicación. Sin embargo, esta cuestión distrae de otra más amplia: que la estructura y economía de las plataformas sociales incentiva la difusión de contenidos de baja calidad antes que material de alta calidad. El periodismo con alto valor cívico -el periodismo que investiga el poder, o llega a las comunidades marginadas y locales- resulta discriminado por un sistema que favorece la escala y la “compartibilidad”.
  • Las plataformas digitales se basan en algoritmos para ordenar y orientar el contenido. No han querido invertir en editores humanos para evitar tanto el costo como la percepción de sesgo que los seres humanos presentan en su trabajo. Sin embargo, un periodismo con matices requiere un cierto grado de juicio editorial, por lo que las plataformas tendrán que reconsiderar su enfoque.
  • Las empresas de plataforma tecnológica deben rendir cuentas de sus actividades y ofrecer más transparencia. Mientras las noticias pueden llegar a un público más amplio que nunca, por primera vez en la historia, la audiencia no tiene manera de saber cómo o por qué les llega la misma, cómo se usan los datos recopilados sobre ella o cómo se manipula su comportamiento en línea. Y los editores producen más contenido que nunca, sin saber a quién está llegando, o cómo: están a merced del algoritmo.

El resultado de estas elecciones nos ofrece la oportunidad inmediata de centrar la atención tanto en el poder tecnológico y como en el periodismo en acción. Hasta ahora, la posición por defecto de las plataformas digitales (especialmente Facebook) ha sido evitar las onerosas responsabilidades legales y profesionales de ser editores. Las empresas de plataforma digital, lideradas por Facebook y Google, han actuado de manera proactiva para lanzar iniciativas centradas en la mejora del entorno informativo digital y la cuestión del llamado “analfabetismo informativo”. Sin embargo, quedan aún por resolver las cuestiones estructurales.

Para que las agencias de noticias puedan continuar actuando de manera autónoma en el futuro, las tendencias de consumo de información y los gastos de publicidad tendrán que tomar la dirección inversa a la actual. Si eso falla, deberíamos ver una importante transferencia de capital desde las empresas tecnológicas y los anunciantes hacia los editores tradicionales. Algunos editores han experimentado un «Trump Bump«, un incremento de suscripciones y donaciones después de las elecciones, simultaneado con la evidencia de los renovados esfuerzos de grandes y pequeños editores para crear audiencias y fuentes de ingresos lejos de los negocios de la plataforma intermediaria. Aún así, es demasiado pronto para determinar si este fenómeno representa un cambio sistémico y no una ondulación cíclica.

Las agencias de noticias se enfrentan un dilema fundamental: ¿Deben continuar con el costoso modelo de negocio que mantiene su propia infraestructura editorial, con audiencias más pequeñas pero con un control total sobre los ingresos, la marca y los datos de la audiencia? O, por el contrario ¿deben ceder el control sobre los datos de usuario y la publicidad a cambio del crecimiento significativo de audiencia ofrecido por Facebook y otras plataformas? En este informe, describimos cómo los editores están gestionando las ventajas y desventajas de cada opción por medio del análisis de contenido y entrevistas.

 

La propagación de la desinformación digital se ha convertido en una noticia global este año, cuestión que a nuestro parecer es en realidad el mascarón de proa de temas mucho más amplios que atañen a la comercialización y el control privado sobre la esfera pública.

Visite www.towcenter.org/pnp para obtener el informe completo.

Emily Bell es Profesora de Ejercicio Profesional en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia y Directora del Tow Center for Digital Journalism. Taylor Owen es Profesor Asistente de Medios Digitales y Asuntos Globales en la Universidad de Columbia Británica.